Por Sebastián Ortega / @ElFantasista_
Se llamaba Jorge Martín Gómez pero le decían Garrón. El apodo se lo ganó algunos años atrás cuando se puso de novio y se hizo cargo de un hijo que no era suyo, cuenta su prima Micaela a Cosecha Roja. Y completa su biografía: tenía 40 años, era hincha de Independiente y trabajaba en el taller de relojes de taxis que fundó su padre tres décadas atrás cuando los cuatro varones de la familia abandonaron Santiago del Estero y se instalaron en el barrio porteño de San Cristóbal. Es posible que la mañana del lunes, cuando lo cruzó la brigada motorizada de la Policía de la Ciudad, Garrón anduviera borracho. Nadie lo sabe con certeza. Lo que sí está claro -porque quedó registrado en un video de una cámara de seguridad- es lo que pasó después: el inspector Esteban Ramírez le dio una patada en el pecho que lo tumbó de espaldas. Garrón golpeó la cabeza con el asfalto y se fracturó el cráneo. Unas horas más tarde murió.
Garrón vivía con su hermano Ariel, sus tres sobrinos y su prima Micaela en la casa del fondo del taller, en Estados Unidos al 2800. Hasta hace tres años también vivía con ellos su papá, quien murió después de una enfermedad que lo había dejado en silla de ruedas. En ese momento Ariel -el mayor de los tres hermanos- se hizo cargo del taller y expandió el negocio: en el mismo local puso un negocio de venta de accesorios para celulares. Garrón siguió trabajando en el taller y los fines de semana hacía repartos en una parrilla de la zona.
En sus ratos libre, se encerraba a tomar o salía con Garfio, un amigo al que llamaban así porque le faltaban cuatro dedos de una mano. Solían andar juntos por el barrio o iban a comer por la zona de Congreso. A veces Garfio le prestaba su carnet de discapacidad para que pudiera viajar gratis en colectivo.
Su prima Micaela era la más cercana a Garrón. “Él era como un hermano mayor para mí”, cuenta a Cosecha Roja. Ella trataba de cuidarlo, quería que dejara el alcohol y las drogas. No sabía qué era lo que consumía, pero veía cómo se le transformaba la cara cada vez que fumaba. Entonces le escondía los encendedores. La técnica no funcionaba: él se las rebuscaba para conseguir fuego. “Cuando tomaba o fumaba se encerraba en su pieza o salía a la calle, pero sin molestar a nadie”, cuenta Micaela. En alguna oportunidad Garrón terminó en la comisaría por andar borracho en la calle. Lo detenían unas horas y lo largaban.
La noche del domingo Micaela no podía dormir. No había visto a su primo en todo el día. Esperó hasta las doce y media, que era la hora en que volvía de trabajar en la parrilla, y llamó a la comisaría. Les dio el nombre y el apellido, el DNI y la descripción de cómo andaba vestido. “Me dijeron que no sabían nada, que llamara al día siguiente”, cuenta Micaela.
El lunes Garrón tampoco apareció. Poco después de la medianoche, antes de acostarse, Micaela abrió Facebook y vio un video que había compartido uno de sus contactos. Lo reprodujo una y otra vez: estaba convencida de que el hombre al que un policía lo tumbaba de una patada en el pecho era su primo Jorge. El texto que acompañaba las imágenes la inquietó aún más: decían que el hombre había muerto en el hospital.
Micaela y Ariel, el hermano mayor de Jorge, recorrieron comisarías y hospitales. En el Ramos Mejía les dijeron que el cuerpo estaba en la morgue y les entregaron una credencial que confirmó las sospechas: era el certificado de discapacidad que su amigo Garfio solía prestarle.
Recién al día siguiente los familiares pudieron reconocer el cuerpo. La autopsia confirmó que el hombre falleció por fractura de cráneo. El video no deja dudas: murió al golpear la cabeza con el asfalto. El secretario de Seguridad de la Ciudad, Marcelo D’Alessandro, defendió al policía. “Está dentro del protocolo. Mantiene la distancia con la pierna para deponer la actitud, y evitar que le genere algún daño con el arma blanca”, dijo al canal de noticias TN.
La jueza Yamile Susana Bernan no cree en la versión oficial. El video que fue incorporado al expediente muestra a un hombre indefenso, rodeado por la policía y sin armas a la vista. Esa prueba le alcanzó para detenerlo por el delito de “homicidio preterintencional” (con el objetivo de provocar un daño le provocó la muerte). Ahora la familia espera que le devuelvan el cuerpo para poder despedirse de él.