Por Consuelo Cabral en La Nueva Mañana
Santiago Merlo tiene 43 años pero parece más joven. “Es por mi segunda adolescencia”, dice sonriendo del otro lado del teléfono mientras se prepara para dar otra charla en una escuela del sur cordobés, con el equipo de la Secretaría de Derechos Humanos y Género de la Uepc.
Es cierto. Santiago tuvo dos adolescencias. Una como mujer, cuando comenzó a menstruar y entre otros cambios le crecieron las tetas, y otra como varón, cuando decidió empezar el tratamiento hormonal de readecuación de género y su cuerpo fue transicionando otra vez hasta que su identidad y su aspecto físico dejaron de contradecirse y se volvieron uno para devolverle en el espejo la imagen que en su mente siempre había existido.
Y fue justamente durante su trabajo en la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba con el que recorre la provincia, donde las preguntas que les alumnes, les docentes y las familias le hacían en el aula le quedaban dando vuelta en la cabeza cuando llegaba a su casa. “A veces me dormía pensando cómo estaría esa nena que la maestra me había contado que estaba comenzando su transición y en todas las dudas que ella y su familia seguirían teniendo. Pensaba ‘qué pena que no exista un espacio donde poder concentrar todo lo que un varón trans necesita para cambiar su género sin soledad e incertidumbre”, dice el licenciado en Comunicación Social.
Ahora Santiago está parado frente a un quinto grado de una escuela de Guatimozín, en el interior de Córdoba.
– ¿Vieron la novela ‘100 días para enamorarse’? Bueno, ¿se acuerdan de Juan? Yo soy como Juan solo que más viejo. A mí también me pusieron nombre de nena, me criaron como una nena, pero siempre me sentí nene.
– “Pero no se nota que eras mujer”, le dice uno de los alumnos.
– No se nota porque gracias a la ley de género, aprobada en 2012, podemos hacer el cambio de DNI, el tratamiento de reemplazo hormonal y la cirugía para que ese cuerpo que nosotros imaginamos y vivimos internamente pueda hacerse realidad.
La explicación es simple pero encierra un camino de años de batallas internas y externas y luchas y conquistas sociales y colectivas que hoy Santiago continúa y profundiza junto a un grupo de otros varones transgénero con los que, de forma totalmente autogestionada, creó la primera casa para varones trans y familias de Córdoba y el país.
Mi casa, tu casa, mi historia, tu historia
Hace dos meses Santiago se mudó a una casa con varias habitaciones. Sin saberlo, la ubicación que eligió pareció anticiparse y marcar el camino. En pleno corazón de barrio Colón, la casa está entre dos puntos claves para quienes eligen transicionar: el Hospital Rawson, donde se llevan a cabo los tratamientos hormonales y el Hospital Florencio Díaz, el único que hace de forma gratuita las cirugías de readecuación de género.
“Me mudé hace dos meses. Todavía no hicimos la inauguración oficial pero ya estamos acompañando a muchas familias y a varones trans que se acercan para quitarse dudas o para que los ayudemos en sus procesos de transición. Tenemos un equipo interdisciplinario que va desde profesores de educación física hasta enfermeros”, cuenta.
Y si bien en Córdoba ya existen dos casas trans -ambas creadas por el Centro Trans Laura Moyano en barrio Los Naranjos y en La Falda- la idea de crear un espacio exclusivo para varones surgió como respuesta a un vacío que hay para aquellas mujeres que transicionan al género masculino.
“Las casas trans están más orientadas a mujeres y los varones muchas veces no tenemos a dónde ir para que nos den información precisa. A lo largo de todos estos años, tanto yo como otros compañeros, hemos ido despejando esas dudas, pero era necesario un lugar que de contención y apoyo y decidimos crearlo. Un espacio amoroso para recibir y acompañar a varones trans y familias, en sus distintos caminos y procesos de transición. Infancias, adolescencias, jóvenes y adultes, todes. Somos la primera experiencia destinada exclusivamente a varones trans en el país”, explica.
Identidad legal, física y psíquica
Ente las consultas más frecuentes que cuenta Santiago que reciben están el trámite para el cambio de nombre y la obtención de un nuevo DNI en el registro civil; la realización del tratamiento con hormonas y el entrenamiento físico con el que se debe acompañar; los médicos y médicas a quienes recurrir; las cirugías de readecuación de género y los estudios previos que éstas requieren; y el proceso de transición en la familia, el trabajo y en las relaciones personales, entre otros.
El proyecto es autogestivo, sin financiamiento de ningún tipo, y llevado adelante principalmente por varones trans que son profesionales y que trabajan de forma solidaria y voluntaria y con el plus de la vivencia propia.
Cuenta con un espacio de entrenamiento donde dos profesores de educación física y un personal trainer dan una rutina de ejercicios aeróbicos a quienes llevan adelante el tratamiento hormonal y necesitan metabolizar la testosterona. Además, hay un fisioterapeuta ya que tras las cirugías muchas personas necesitan realizar rehabilitación para ayudar a la cicatrización, y un psicólogo para dar contención. También hay un enfermero que realiza curaciones tras las cirugías, como cambio de apósitos, y aplicación de inyecciones con hormonas. A futuro, la idea es abrir la sala de enfermería de la casa al barrio en general.
Por otro lado, hay un área administrativa donde una trabajadora social recibe a las personas que llegan y hace un mapeo, una encuesta socioeconómica, para saber cómo acompañar o articular necesidad educativas y laborales ya que la mayoría llega sin trabajo.
Otra iniciativa es el ropero comunitario donde se recolecta ropa masculina o unisex, ya que al comenzar el tratamiento muchos de los varones trans no tienen ropa adecuada. “Algunos de mis compañeros salen de su casa con ropa femenina y llevan escondida en la mochila la ropa de un hermano, del padre, se la ponen y vuelven otra vez como venían. No tienen su propia ropa. Cada espacio se ha ido pensando para dar una solución específica a las cosas”, explica Santiago.
El acompañamiento entre pares es un pilar fundamental, así como compartir historias de vida similares. “No es fácil saltar la muralla para ser quienes de verdad somos. Emprender este viaje implica un sinfín de situaciones complejas, crecer en una sociedad que segrega y discrimina porque no respondemos a los estereotipos, a la heteronorma, al binarismo, ni a las expectativas. Durante un tiempo, la soledad es enorme. Nos enfrentarnos a duelos, despedidas, nos alejamos a veces de las personas queridas, de los espacios comunes. Dudamos, queremos tanto que nos quieran y nos abracen. Algunas familias acompañan a sus hijes desde el primer momento, a otras les toma más tiempo. Y aunque las historias se asemejan en algunos puntos y pareciera que solo cambiaran las caras, cada proceso es muy personal y lleva su propio ritmo hacia esa plenitud del poder ser, finalmente, sin miedos ni dolores”, concluye Santiago.
Cómo ayudar
Quienes deseen colaborar pueden hacerlo con las siguientes donaciones: muebles en buen estado, útiles de librería; almohadones, banquetas, sillas; elementos de gimnasia y recreación como pelotas, sogas, conos, aros, mancuernas y colchonetas; elementos de enfermería; ropa masculina o unisex; libros; elementos de limpieza; y alimentos no perecederos, entre otros.
La casa para varones trans funciona en calle Andalucía 2092, en barrio Colón, ciudad de Córdoba. Teléfono: 351-8503238.