Una niña viva es un día distinto

La psicoanalista Miriam Maidana habla sobre la aparición de M. y apunta a que vivir en la calle no está ligado a la salud ni física ni mental: “Cuando buscamos a niñxs, podemos replicar su foto, lugar donde fueron vistos por última vez y teléfonos de contacto. El resto es abstenernos de emitir juicios apresurados”.

Una niña viva es un día distinto

Por Miriam Maidana
18/03/2021

Lo primero que hay que destacar: M., 7 años, apareció viva y sin signos de haber sido violentada. Estaba en Luján, el lugar al que, según el abogado de la familia, la llevó el hombre que le había prometido una visita al zoológico.

Así que entiéndase: lo primero es la alegría de que haya aparecido viva.

La campaña por su búsqueda fue todo lo que no está bien hacer: una cobertura de televisión salvaje que pone micrófono e insiste en orientar a toda persona que encuentra a su paso para que digan lo que mide y lo que sube algún puntito en el rating. Y este caso tenía varias aristas para popularizarse: una madre señalada como adicta, situación de calle, miseria, niñez vulnerada, violencias, familias rotas. No hay novela turca que reemplace la realidad. 

Valga también una autorreflexión sobre nuestro papel en las redes: cuando se buscan niñxs y adolescentes desaparecidxs se autoriza a replicar su foto, fecha y lugar donde fueron vistos por última vez y teléfonos de contacto. El resto es abstenernos de emitir juicios apresurados. ¿Por qué? Para no empujar al acting que nos ha costado algunas muertes. Una persona acorralada no suele pensar cosas buenas. ¿Significa esto “disculpar” antecedentes? En lo más mínimo. Significa ubicarnos como lo que somos: personas que estamos esperando alguna vez una buena noticia cuando alguien desaparece. Nuestras miles de asesinadas en los últimos años alguna enseñanza nos dejaron. Los “datos” obtenidos no se sabe dónde ni cómo, decían que este hombre “había salido de la cárcel hace 3 semanas porque era un violador” no sólo no colaboraron con la búsqueda, sino que podrían haberlo empujado a cometer un asesinato de alguien que a los 7 años no tiene ninguna forma de defenderse de un adulto. 

Como en su momento debatimos fuerte el consentimiento, tenemos que ponernos de acuerdo en cómo encaramos este tema. 

En cuanto a las formas de vivir de determinadas poblaciones, es importante recordar que hace mucho ya que los recicladores de basura arman comunidades en los lugares donde juntan desechos para venderlos por algo de plata. Suele pasar que sus núcleos habitacionales de origen les quedan muy lejos y la recolección de objetos de la basura es hasta muy tarde. Se van quedando. Juntan algunos colchones, sillones, pava, mate y, de a poco, van formando núcleos cada vez más numerosos. 

Se trata de una población que suele agudizar sus problemas de origen: vivir en la calle no está ligado a la salud ni física ni mental. La facilidad del intercambio de sustancias, la pérdida total de la privacidad -se duerme comunitariamente-, la ruptura con los vínculos de origen hacen que se “reemplace” por una “gran familia” a la nuclear que quedó en algún sitio. Y ahí se arman y desarman las “familias de reemplazo”. 

Habrá que ver qué pasó con este hombre que el año pasado dejó de vivir con su familia por una denuncia que le hizo su ex mujer sobre un manoseo (abuso sexual simple) a una sobrinita. Una denuncia que tardó meses en reclamar su presencia en el Juzgado porque el hecho aconteció en marzo y a él lo citaron recién en septiembre. El oficio llegó a su domicilio de Guernica, de donde había sido “excluído” en marzo. No lo encontraron y quedó otro expediente abierto. 

¿M., sus hermanitos y su madre fueron una “familia de reemplazo” para Carlos? Imposible saberlo por ahora. Lo único que intento en este momento es que notemos con qué facilidad juzgamos y opinamos sobre modos de vivir que desconocemos. Esto no me lo enseñaron ni los posgrados ni las lecturas. Una vez en el Hospital Piñero hace varios años una mujer que atendía por consumos problemáticos me dijo: “Yo voy a cartonear con mis hijas de 5 y 7 años porque si las dejo solas de noche en el barrio los hombres se emborrachan, se drogan y se meten en las casas porque saben que nosotras volvemos tarde. Así que me las traigo conmigo”. Escucharla me permitió otra escucha. 

Hace pocos días una noticia sobresalió apenitas y luego quedó tapada por otra. Una niña de 12 años habló con su maestra acerca del abuso que venía sufriendo por parte de su padre hacía años y sobre episodios de violencia física por parte de su madre. La maestra hizo todo bien: se contactó con los servicios sociales, y a la niña la “ubicaron” en la casa de un tío. A los 16 años la adolescente tiene un hijo de un año. ¿De quién? De su tío. Casi cinco años después su padre y su tío fueron detenidos. Repito: cinco años después. 

Hospitales y servicios de salud explotan de pedidos de atención de niñas, niños y adolescentes con denuncias de abuso y violación. En un alto porcentaje de los casos los acusados continúan en sus domicilios. A veces son las niñas y los niños los que deben ir a vivir a otro lado “por su seguridad”.

¿Lo que pasó en Luján fue una consecuencia más de la “cuarentena” eterna? No. Pasaba antes. Mucho antes. Siglos antes.

Pero eso sí: hoy estamos más preparadas para trabajar con estos casos. Y es significativo y alentador que muchísima gente haya tomado conciencia y denuncie inmediatamente. Hemos hecho un lindo trabajo en redes, escribiendo y abriendo nuestras experiencias desde muchos saberes y lugares.

Sería esperable entonces que se aceleren al menos un poco los tiempos para proteger y cuidar de quienes debemos: niñas, niños y adolescentes son los sectores más vulnerables y propensos a ser atacados.

Hoy, de todas maneras, celebramos que M. haya aparecido sana y salva. Lo que siga en su vida es algo pendiente. Pero hoy celebramos: una niña viva es un día distinto. 

Miriam Maidana