-¡Mi líder latinoamericana!- dice Raúl y acomoda su cuerpo enorme a la delgadez de Milagro. Ha sido el último en trasponer la reja que separa el adentro y el afuera en el hall de entrada del pabellón. Antes, uno a uno hemos abrazado a Milagro y ella nos ha presentado a sus compañeras de detención y a las otras personas que la visitan.
-Disculpá que no vine antes- le dice sin dejar de mirarla y de sonreír.
-¡No, por qué!
-Si, disculpá, tendría que haber venido antes. Pero te confieso que sentía vergüenza. Yo jurista y vos en cana. Y no hay modo de explicar desde el derecho por qué estás presa.
-No te preocupes- sonríe Milagro tomándolo del brazo. –Sabemos bien por qué estamos presas.
Así las cosas. Los poderosos inventan las razones jurídicas y cuando no les son suficientes, se bastan con el odio. Presas en un cuadradito cercado de su valle.
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Aunque charlar con él es una tentación única, el hombre que se encuentra a mi lado se merece la ofrenda de mi silencio. Raúl Zaffaroni llegó al hall de Aeroparque junto a Alejandro Guillaume con su cartera negra colgada del hombro sobre su camisa de jean y un libro en la mano. Ahora que está sentado a mi lado en el avión, va y viene por las páginas sin urgencias y eventualmente hace alguna anotación con su bolígrafo negro. Imagino, en unos años, cuando él ya no esté, a algún joven desvelado por descifrar las notas manuscritas de los libros de la biblioteca de la calle Boyacá. El libro es Salón Deutschland, del crítico literario Wolfgang Martynkewicz y relata como un salón de la alta burguesía de Munich terminó, como otros, siguiendo a Hitler, después de años de devaneos entre pensadores, algunos más revolucionarios, otros más liberales, algunos judíos, otros antisemitas. La burguesía transitando el camino de lo monstruoso. Algo que tiene que ver con el nazismo y también con el motivo de nuestro viaje.
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Milagro nos invita a pasar como si estuviera en su casa. Al fin y al cabo, la tierra que pisamos es más hogar suyo y de sus compañeros que de quienes deciden quien entra y sale de allí. Desde que llegó, a pesar de los momentos de profunda tristeza, ha ido imponiendo su impronta en la convivencia. Por eso ahora en el pabellón hay más bancos para sentarse y se reparó el calefón para que las presas puedan bañarse con agua caliente. Aquí también se lucha. Bajo los árboles y las medias sombras, al costado de una cancha de básquet de piso de cemento y aros oxidados, se arma la ronda con ella sentada de espaldas al pabellón, entre Raúl y Beinusz Szmukler. El sol de la tarde les da de costado, pero hay un viento suave que hace más llevadero el calor. Hay gaseosas, pan casero y bizcochuelo. En la otra punta de la ronda, las mujeres juegan con barajas de canasta. Estamos de buen humor. Como no se pueden sacar fotos, Milagro toma de la mano a Raúl y a Beinusz y jugamos a que posamos para una. Hay risas por los ojos que vigilan. Pero en la requisa no te pueden hacer dejar las miradas.
-Hay funcionarios judiciales perseguidos por el gobierno por no atacarme, Raúl-, dice Milagro con amargura. Alude al fiscal Darío Osinaga Gallacher y al juez Francisco Arostegui. -¿Te acordás? –dice mirando a su marido, Raúl Noro, ubicado a mi lado en la ronda, de frente a Milagro. -Cuando te metieron preso, nos mandábamos cartitas.
El relato de las cosas que piensa, repasa y sufre todo el tiempo brota a borbotones.
-El juez se lavó las manos y respondió que no depende de él otorgarme el permiso de efectuar entrevistas. Pasó el tema a las autoridades de la cárcel, que a su vez se lo pasaron al ministerio de seguridad. Está claro que es Morales el responsable último de la prohibición. Cuando mataron al changuito en la cárcel reprimieron con balas de goma: eso es Gerardo.
-Por eso trajeron al Siri- acota Noro-, necesitaban a alguien que se atreva a reprimir. Guillermo Siri, secretario de seguridad de Morales, supervisó la detención de Milagro. El MEDH de Mendoza, lo acusa de haber formado parte de los “consejos de guerra” de la subzona San Juan, Mendoza y San Luis, a los que correspondía “el juzgamiento de las conductas subversivas y adjudicar las penas a los aprehendidos”.
-En Jujuy este año hemos tenido varios suicidios de policías –insiste Milagro-. No ven a las familias y están sometidos a mucha presión. Encima, vienen y dicen que los van a hacer laburar más porque están al pedo. Han militarizado la provincia. Fueron a entregar títulos y había dos patrulleros por cuadra. Morales llegó con ocho custodios y guardia de infantería.
-Está asumiendo su propio esteriotipo- dice Raúl.
-¡Doce allanamientos en un día de tupaqueros! Ya van por 21. Manejan la justicia, pero igual te allanan sin orden judicial. Contales, Graciela, cómo hicieron con vos. Graciela mira hacia adentro con una sonrisa de incredulidad.
-Yo había cobrado doce mil pesos de mi sueldo con ticket del banco. Cuando me allanaron me los encontraron y aunque tenía el ticket y podía justificar que era dinero de mi salario, los usaron para incriminarme, los mostraron para dejarme como una ladrona.
Presa por cobrar su sueldo.
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-Abuela, dijiste que íbamos a jugar-. Catriel se para frente a Milagro con una botella cortada de agua mineral medio llena de tierra en la mano. Mira dentro de la botella y le habla a su abuela. Tiene la edad de Felipe y pienso que no hubiera sido mala idea venir con mi hijo. Lleva una camiseta verde de Barovero con el escudito de River. Amaru, el otro nieto de Milagro, tiene puesta la de Gimnasia y Esgrima de Jujuy y juega a un costado pendiente de la respuesta de su abuela. Ella les pide que esperen, que en un rato va a jugar. Me da culpa, porque me doy cuenta que la charla se va a consumir el horario de la visita.
River y Gimnasia de Jujuy son las dos pasiones futboleras de Milagro.
-Ahora tenemos otro título- se jacta. El diácono bromea con ella: es de Boca.
-Los testigos que aun no habían ingresado en el juicio vieron los testimonios por TV- dice Noro retomando la enumeración de atrocidades del mundo Gerardo.
La propuesta de un plebiscito para definir si Milagro debe seguir o no en la cárcel salta a la mesa de cemento desde el podio de los disparates. Catriel suelta una opinión de niño que respira y registra los relatos de sus adultos y se aleja para seguir jugando con Amaru.
Alguien pregunta por la posibilidad de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dicte una cautelar.
-No digo que no, pero es difícil, no hay que ilusionarse. Creo que lo tiene que resolver la Corte Suprema- responde Raúl. Lo ha dicho en el programa de Aliverti y en cuanta entrevista le han hecho. “Yo insisto y lo repito a ver si alguno que quiera darle una salida a este disparate me escucha y siguen ese camino”, nos dijo antes de subir al avión. Si la Corte reconociera los fueros, Milagro quedaría en libertad. Pero eso no solucionaría el problema de sus compañeras de prisión, que también requieren sostén, respaldo, oídos para su voz.
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En el hall del aeropuerto de San Salvador nos esperaban el Turco David. Militante del Evita, productor frutihortícola y amigo de Mario Perotti, había viajado 180 km. desde el calor de Yuto junto a Lily, su compañera, para recibirnos y llevarnos a la cárcel de Alto Comedero. Otra compañera, Romi, vino con un segundo vehículo. La presencia de Raúl Zaffaroni genera una pequeña conmoción en la salida del hall. Algunos lo reconocen y no se animan a acercarse. Otros lo saludan y le piden que no afloje. Ricardo Carrizo nos demora: es un diácono militante de los Curas en Opción por los Pobres y tiene que retirar de la cinta de equipaje dos pilas de afiches para los compañeros de la provincia. Se nos había acercado en Aeroparque y conversó un buen rato con Raúl. Lily contagia jovialidad y en los saludos se produce un pequeño choque de culturas entre su sombrero de mujer jujeña y el de porteño petitero que lleva Beinusz.
El viaje en auto está signado por dos preocupaciones. Por un lado, la situación de Milagro y de la provincia, en que Morales ejerce el poder como en dictadura mientras el peronismo y las organizaciones sociales no encuentran el camino para salir de la dispersión. Por otro, el auto de David, que falla en segunda y tira humo negro por algún problema que rogamos no nos deje a pie. Hablamos del valle y sus cultivos, de Milagro y los pueblos originarios, de la esperanza que les genera el armado de la CTEP y del jurista Julio Maier, a quien conocen por participar todos los años del carnaval jujeño en la comparsa Los Caprichosos. En la entrada de la cárcel nos recibe Lucho, abogado de Milagro. Luego se nos acerca un fotógrafo.
-Soy de la corpo- dice y sonríe.
-Estás laburando, no hay drama.
Nos acercamos documentos en mano al puesto de guardia. Nuestros nombres están en la lista del día. Una oficial penitenciaria nos acompaña hasta la requisa. Trabaja 24 x 48 y tiene más de dos horas de viaje hasta su casa en San Pedro. Recibirá 2017 en su hogar, pero estará de guardia en Navidad.
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-Yo no quería ir a declarar- dice Milagro cuando elogiamos su actuación en el tribunal. Hace una pausa como si rastreara en su interior aquel convencimiento. -Al principio estaba mal, me sentía vacía. Me empezaron a traer las cosas que me pertenecían -un rosario, una cadena con un anillo- y tenía todo organizado para no ir. “No voy a rendir cuentas a estos hijos de puta”, pensaba. Era como Tupac Amaru rindiendo cuentas ante los gringos. Para mí era lo mismo. Nosotros no robamos, dignificamos. Si hacía falta una pileta, hacíamos una pileta. Nadie robó. Una vez pedí hablar con los jueces. Me atendió Isidoro Cruz, premiado por imputarme. “Den la libertad al resto de mis compañeros y denme un revólver, que yo sé lo que tengo que hacer”, le dije.
La escuchamos en silencio. Noro toma la posta del relato.
-“Nunca un detenido me había dicho algo así”, cuentan que le dijo Isidoro a un colega. “Pero tené en cuenta que es política, sabe como impresionar”, le respondió el otro. “¿Vos crees que lo hubiera hecho?” “Sí –dijo Isidoro -ella lo iba a hacer”.
-Cuando los compañeros supieron que no quería ir a declarar, empezaron a caer todos enojados y llorando- dice Milagro. -Horacio Verbitsky me llevó a caminar y me habló una hora. Al final reculé y llamé a Lucho para avisarle que iba.
Túpac Amaru II, fue un caudillo indígena, líder de la mayor rebelión anticolonial que se dio en Hispanoamérica durante el siglo XVIII. La “Gran rebelión” se inició el 4 de noviembre de 1780 y se desarrolló en el Virreinato del Río de la Plata y el Virreinato del Perú. Tras ser capturado el 6 de abril de 1781, fue llevado a Cuzco encadenado y montado en una mula. Un día, durante el encierro, el visitador José Antonio de Areche, autoridad del interrogatorio y ejecución enviado por el rey Carlos III de España, entró intempestivamente al calabozo para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los cómplices de la rebelión, Túpac Amaru II le contestó: “Solamente tú y yo somos culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte”.
La idea de la muerte había pasado por la cabeza de Milagro. Pero se plantó ante sus acusadores, habló y mostró toda la fuerza de su vida.
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-A mi me criaron en un buen hogar, no nos faltaba casi nada. Pero me fui de casa cuando me enteré que mis padres no eran mis padres. Mi papá era español y mi mamá boliviana. Me enseñaron que un hijo debe hacer respetar el apellido. A las diez de la noche me sentía mal. Quería ampliar mi declaración, defender mi apellido. Me daba vergüenza que pensaran que lo que decían los testigos fuera cierto. Tengo hijos del corazón. Sólo les pido que estudien. Tuve en mi casa al hijo del hombre que me estaba ensuciando y y lo hice estudiar.
Vuelve desordenada sobre su historia, se sigue buscando. Es la muchacha que ante la verdad de su adopción, huyó de su familia para vivir en la calle. Vivió por años en el margen y a los 18 años de edad fue arrestada junto a otros jóvenes. “Cuando estaba en la cárcel me puse a pensar que así como el poder era injusto conmigo, con cuántos chicos humildes también era injusto. La Justicia es justa con los que tienen plata, y con los que no tienen, no. Entonces me juré ahí en la cárcel que el día que saliera iba a luchar para que no hubiera más injusticia”. Y nació la militante.
Nos recuerda el dilema entre la militancia universitaria y ATE. Militó en AJI20 en la Facultad de Humanidades. Pero la militancia gremial se la disputaba y la invitaron a la escuela de capacitación gremial de ATE.
-También estuve un mes en Cuba, en Santa Clara. Allí me encontré frente a algo que me desconcertó: una escuela para dos alumnos. “¿Tiene sentido una escuela sólo para dos alumnos?”, pregunté. “¿Y cómo sabemos si uno de ellos dos no será el sucesor de Fidel?”, me respondieron. Todos merecen su oportunidad. Y pensar que aquí alguna vez se volteó una escuela en el monte porque sólo tenía setenta alumnos.
Después de aquella experiencia, me quería ir a vivir a Cuba. Se lo dije a Nando Acosta, mi mentor y mi hermano. “Cuba… ¡qué fácil ir a Cuba! –me respondió. “Allá no se padece lo que acá. En este lugar sos necesaria”. Me moría de ganas de irme pero me convenció.
Aquella muchacha decidida a irse a Cuba supo escuchar y terminó quedándose. Esta mujer decidida a no declarar, otra vez oyó y se plantó con su verdad frente al tribunal.
-Me afilié a ATE y nos juramos lealtad. Teníamos que decidir como repartirnos la tarea. Yo conocía todo el villerío y quería acción como en Cuba. Trabajamos con los que no trabaja nadie, con el pibe que está tirado tomando cerveza en la esquina.
– A los pibes de las bandas de redoblantes, después de las marchas se los llevaba a la casa- recuerda Noro. -Congregar a los jóvenes está en su naturaleza.
Miro todas las caras. Estamos en una cárcel y sin embargo me doy cuenta que estamos felices. Alguien dirá después que Milagro ha convertido el patio de la prisión en un lugar muy parecido a su casa. La mención a los redoblantes despertó las ganas de cantar en las compañeras de la TUPAC. Empiezan en voz baja y van tomando coraje con la travesura. Es un cantito para bancar a Milagro.
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-A Néstor le pedimos plantes trabajar. “No, te doy trabajo”, nos dijo. “Quiero que construyan sus casas”. Nos organizamos y decidíamos a través de los delegados. Así construimos las piletas en los barrios Tupac y Belgrano. Con las cooperativas, levantábamos nuestras viviendas y teníamos trabajo. Los muchachos de la villa manejaban su platita. Nunca nadie les había dado vacaciones. Casi ninguno conocía el Mar. Fuimos a Mar del Plata al Congreso de la CTA. Llegamos de noche, en cinco colectivos. Nos fuimos todos al mar de noche. “¡Mirá que río grande!”, dijo Pachila. Algunos no fueron a dormir al hotel y amanecieron en la arena.
Con Milagro conocieron el mar. Con las piletas fue como traerse el mar al barrio.
“La encontré bien. La encontré asumiendo el rol. En realidad, no sé si fue Hugo Von Hofmannsthal o alguno de ellos que dijo que el desastre no trabaja para sí, sino que abre el espacio a la grandeza. Algo así pasa con el liderato. Milagro está asumiendo la condición de una personalidad de dimensión nacional y continental. No es fácil. Creo que en algún momento no entendía bien que le pasaba. Lo está entendiendo, lo está asumiendo. Es difícil porque uno pierde autonomía, siente que lo llevan los otros. Pero bueno, son los otros que la han hecho, y Milagro es una mujer que está a la altura de eso”.
Solté el ícono del micrófono y el audio con la voz de Raúl viajó al whatsapp del productor de Víctor Hugo. A medianoche, de pie en el hall de Aeroparque y ya cansado, había redondeado en ese párrafo de manera brillante lo que ya había expresado varias veces durante el día.
* * *
-Milagro, te convirtieron en una líder regional-. Raúl Zaffaroni se lo dijo varias veces en el encuentro. También le pidió que escribiera.
La hora de finalización de la visita llegó y en los últimos minutos, Milagro caminó por el pasto a solas con el diácono. Ya nos había dicho al llegar que le hacían bien esas conversaciones. Luego el religioso conversó con sus compañeras de detención. Ellas también necesitan voces y afecto para sostenerse.
Dejamos el pabellón y les pedí a Laura y María, que cargaban los tuppers vacíos y dos pequeñas banderas de la Tupac, que me enseñaran el cantito que habían entonado en el patio. Al doblar por la calle de tierra hacia la entrada, Milagro y sus compañeras nos saludaban con los dedos alzados en V. Agitamos nuestras manos y comenzamos a cantar para que nos escuchara.
“Acá me ves acá me tenés
somos las tupaqueras te vinimos a ver
vinimos a demostrarte que no te fallé
voy a dar la vida por verte otra vez”.
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Cuando sale al patio, le gusta caminar descalza y pisar la tierra. La beba de la cajita, la muchacha que se fue de casa, pisa con sus pies desnudos sobre el suelo de su valle y se busca.
“Pachamama es la naturaleza, y se ofende cuando se maltrata a sus hijos. Con ella se dialoga permanentemente, no tiene ubicación espacial, está en todos lados, no hay un templo en el que vive porque es la vida misma”, escribió alguna vez Raúl Zaffaroni.
Milagro camina y dialoga con su tierra. Sus pies llevan siglos de búsqueda en la memoria.
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