Juliana Mendoza – Cosecha Roja.-
– Muestre las manos, pidió Pablo Lanusse, el abogado querellante.
Jorge Mangeri levantó los brazos a los costados de la cabeza y mostró las palmas.
– ¿Usted le quitó la vida a Ángeles Rawson con esas manos?
– No.
Hoy se reanudó el juicio contra el encargado del edificio en el que vivía la adolescente de 16. La chica apareció muerta en el basurero de José León Suárez y a Mangeri lo acusan del crimen. El Tribunal Oral en lo Criminal Nº9 rechazó el pedido de nulidad de la defensa y, a pesar de que hasta ayer se creía que no iba a hablar, el hombre declaró durante más de cuatro horas.
– ¿Usted se sentía atraído sexualmente por Ángeles Rawson?, preguntó Lanusse.
– De ninguna manera, dijo el encargado.
La relación que tenía con la adolescente era igual a la de cualquier otro propietario: una relación laboral. Según dijo Mangeri, casi nunca la veía a Ángeles, sólo a veces por la mañana o cuando volvía del colegio e iba al supermercado. “Me siento culpable y molesto por no haber estado en el hall del edificio cuando pasó lo de Ángeles, algo podría haber cambiado”, dijo Mangeri. En el momento de la desaparición de la adolescente, el lunes 10 a eso de las 12, él estaba pintando su departamento.
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Afuera de la sala, la familia de Mangeri protestó porque no podía ver el juicio. La pantalla del sexto piso se había apagado: a diferencia de la primera audiencia, los jueces no autorizaron la transmisión porque comenzó la etapa de los testimonios. Cuando la sala se volvió a llenar, Mangeri empezó con su declaración y los familiares lo siguieron gracias a los audios de Whatsapp que un pariente que estaba adentro les mandaba disimuladamente. Esta vez no estaba Diana Seattone, la esposa, pero sí la sobrina y otras mujeres que le hicieron el aguante al encargado y esperaron ansiosas cada pedazo de información que se colaba desde la sala.
Durante la audiencia, el acusado dijo que sufrió “aprietes” por parte de la policía en tres ocasiones. En la madrugada del jueves 13 un hombre en un auto Polo oscuro lo abordó en la esquina de Ravignani y avenida Santa Fe, lo apuntó con un arma y le dijo: “Hijo de puta, sabés lo que tenés que hacer. Andá a declarar y hacete cargo o te va a pasar lo peor”. Al día siguiente, y asustado por este episodio, Mangeri fue a la casa de Cecilio Seattone, un primo policía de su esposa, en busca de un consejo. “Me dijo que vaya al psicólogo”, contó. Cuando volvía dos oficiales de la policía lo interceptaron, lo obligaron a meterse en un patrullero, esposaron sus muñecas con precintos a sus espaldas y lo lastimaron. “Me levantaron la remera para quemarme la panza”, dijo el encargado.
Así justificó las lesiones que los peritos le encontraron en la espalda después de la muerte de Ángeles: eran producto de las golpizas que le dieron los oficiales de policía. Igual que las que tenía en la ingle, que se le formaron por los golpes con las esposas una vez que lo detuvieron. Pero en la primera indagatoria había dicho que se cayó mientras pintaba su departamento. Por eso acusó a los primeros defensores que lo asesoraron. “Mis abogados anteriores me dijeron que inventara un accidente laboral para justificar las quemaduras de la espalda porque no quisieron involucrar a la policía”, dijo sin mencionar a Miguel Ángel Pierri y Marcelo Biondi. Para la querella, las lesiones se las hizo la adolescente cuando él intentó abusar sexualmente de ella.
El viernes 15 estaba en la fiscalía y un subcomisario lo amenazó: “confesá o tu mujer va presa. Yo sé lo que pasó. Seguramente ella te buscó, las chicas de esa edad son ‘calientapavas’”. Cuando contó que lo habían apretado tres veces, la fiscal María Paula Asaro se lo tomó como una burla: “Podría hacer una película con todo lo que le pasó”. Ese día Mangeri no pudo sacarse de la cabeza a su mujer: “si quieren pensar que fui yo, está bien”. Al día siguiente pidió hablar otra vez con la fiscal y le dijo que él era “el responsable de lo de Ravignani 2360”. En ningún momento de la declaración dijo explícitamente que era inocente.
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Ángeles Rawson desapareció el 10 de junio de 2013. Un día después los encargados de separar la basura en el CEAMSE encontraron el cadáver: tenía el torso desnudo, la ropa rasgada, dos vueltas de hilo sisal enrollado en el cuello y la cabeza cubierta con una bolsa. Las pericias determinaron que murió aplastada dentro de un camión compactador.
Foto: Télam
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