Cosecha Roja.-
Mía tiene un año y dos meses: el papá la agarró de los tobillos y le metió la cabeza en el lavarropas para que dejara de llorar. Antes, durante y después, golpeó a su mamá. El hombre ya tenía denuncias por violencia de género y los golpes eran parte de la rutina de la casa. La justicia de Quilmes tenía una de las causas por maltrato desde mayo y no alejó al agresor de las víctimas. Cuando la violencia es cotidiana, dicen los expertos, cualquier estímulo puede dispararla. El llanto de Mía desató la ira del padre y la beba terminó internada en el Garrahan.
Esta vez la pelea empezó el viernes a la noche. Lucas Dogliotti volvió a golpear a Mayra, la mamá de Mía. La agarró mientras la bebé lloraba, la hizo desnudar, la tiró al piso, la golpeó con un palo y la pateó. Le reprochaba que no callaba el llanto de su hija. Mía no paraba. Entonces Lucas la agarró de los tobillos y la metió de cabeza en el agua del lavarropas para que se callara. Una y otra vez. Mía seguía llorando. La última vez le dejó la cabeza sumergida durante un minuto y medio. “Hasta que yo se la saqué”, contó la mamá a los medios. “La ahogó, la trató como a un perro”, dijo. Después Lucas “le pegaba a la beba cada vez que pasaba por al lado y como estaba bañada en sangre, si ella se caía justo arriba de la ropa de él, la revoleaba de nuevo contra una pared”.
-Mirá cómo quedó esa gila- decía él y señalaba a la bebé ensangrentada.
Cuando Lucas se descuidó, Mayra agarró a Mía, la cubrió con una frazada y salió por el barrio para buscar ayuda. “Corrí dos cuadras desnuda con la nena a upa, asustada, había gente en la calle pero yo no quería parar por el susto”, dijo.
“Está bien, está lúcida. Se espera que le den el alta entre hoy y mañana”, confirmaron a Cosecha Roja fuentes del hospital. Entró con golpes y un edema pulmonar. Todavía no se sabe si los múltiples hematomas eran de ese día o ya los tenía. Lucas tenía denuncias por violencia de género desde 2007. Las había hecho su ex mujer Luciana, con la que tiene dos hijos más (de 8 y 10 años). Ella contó a los medios que Lucas le pegó con una plancha, que mató a un perro delante suyo porque “ladraba mucho” y que la maltrató durante el embarazo.
Mayra también lo había denunciado antes. “La justicia nunca actuó”, dijo a Cosecha Roja la secretaria de Desarrollo Social del Municipio de Quilmes, Valeria Isla. La causa estaba en manos del juez Pablo Ferrari del Tribunal Nº 2 de Quilmes en mayo. El juez no lo alejó de la víctima ni le puso una orden de restricción y en la madrugada del viernes la policía lo detuvo en la casa, en las calles 802 y 893 de Wilde. “La restricción es la herramienta básica y, según la ley provincial de promoción integral de los derechos de los niños (13.298) en situaciones de riesgo hay 48 horas para actuar”, dijo Isla.
“Cualquier situación irritante aumenta la curva de violencia”, señaló Isla. El llanto de Mía, un perro que ladra mucho, un problema en el trabajo, que ella se ponga un escote: todo puede disparar la ira del agresor. No hay un sólo caso de violencia de género que no afecte a los hijos. “El agresor no mide el momento, no piensa ‘voy a hacerlo ahora que los nenes se van a dormir’”, dijo a Cosecha Roja la psicoanalista Miriam Maidana. “Hay algo de no soportar a los niños pequeños que, en un contexto de violencia familiar, se agrava”, agregó.
De los 295 femicidios, 32 tenían denuncias previas. Además, el 11 por ciento son niños, niñas y adolescentes, según el informe anual de 2013 de Casa del Encuentro.
Según Maidana, la violencia doméstica es repentina y también rutinaria. Los movimientos del agresor se repiten y forman parte del día a día. Si hay una escena de celos o empiezan a gritar es probable que termine en violencia física. Anticiparse sirve para cuidar a los hijos: “Es bueno aplicar ciertos ordenadores: decirles a los niños que cuando empiezan los gritos, se vayan al cuarto, se corran de la escena”, dijo.
No es el único caso en el que el largo y torpe camino de las denuncias por violencia de género no llega a buen puerto: a Silvana Córdoba la mataron a golpes en la cabeza. El cuerpo de Serena Rodríguez apareció con 49 puñaladas en un descampado en Moreno. Pamela Estefanía Biosa tenía 21 años. La mataron con su bebé en brazos. Son todos casos de junio.
“Cierta parte del poder judicial sigue teniendo una matriz patriarcal: naturalizan la relación asimétrica, no escuchan a las mujeres, creen que mienten”, dijo Isla. Para Maidana “o no les toman la denuncia o hacen una exclusión, pero eso no sirve si no ponen un policía en la puerta: la mayoría de los femicidios de los últimos dos años los cometieron personas que tenían exclusión del hogar”.
La mayoría de las mujeres están con los hijos en la casa, “entonces la mirada tiene que ser integral”, explicó Isla. Tras la intervención de la Secretaría de Desarrollo Social del Municipio de Quilmes, a la mamá de Mía la están atendiendo en “La Casita”, el Programa Municipal de Promoción, Protección y Restitución de los Derechos de las Mujeres. “Lo primero que debe pasar es que Mía se recupere, después garantizar la red de protección -que el agresor esté lejos de la víctima- que tenga ingresos para solventarse y pueda acceder a un espacio de diálogo donde pueda trabajar los miedos y traumas:: debe pasar de víctima a sobreviviente”, dijo Isla.
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