Cosecha Roja.-
* El texto es parte de los relatos de violencia obstétrica recolectados por Las Casildas y Cosecha Roja. Las mujeres cuentan en primera persona sus experiencias durante el parto.
“Después de 36 horas de maltrato, me di por herida”
“El 25 de septiembre de 2012 rompí bolsa. Me acerqué al Sanatorio Cruz Celeste de Villa Luzuriaga casi sin contracciones. Era un feriado especial, que sólo se dio por ese año, y no había camas ni lugar físico para mí. Me mandaron a un cuartucho en la planta baja, que tenía artículos de limpieza y un par de camillas. Ahí tenía que esperar hasta que se desocupara una cama.
Llegó una señora con la cartera puesta y, sin siquiera descolgársela ni presentarse, me hizo el primer tacto. Como no dijo quién era yo creí que era una asistente, pero a los cinco minutos de conocerme me quiso mandar a cesárea.
– Mirá, conozca o no conozca a la bebé, yo a las diez de la noche estoy en mi casa – dijo.
Los doctores terminaban su turno media hora después y, por el feriado, no volverían hasta la noche siguiente. Me prohibieron pararme o ir al baño y me asustaron, me dijeron que mi hija se iba a ahogar con el cordón si yo me movía mucho. Yo lloré y pataleé hasta que me ingresaron en una habitación. Tacto va, tacto viene, apareció una segunda partera y no me dijo que podía descansar. Entonces yo me quedé atenta, despierta toda la noche, aunque hacía más de 30 horas que estaba ahí.
Mi mamá y mi compañero me ayudaron a contar las contracciones. Yo no me paraba. Su total desinterés hacia mi persona realmente me hirió, pero estaba tan asustada que ni mandarlos a la mierda pude. La segunda partera se fue sin saludar y llegó una tercera, que era un sol. Ella realmente me quería asistir. Pero mi hija y yo ya estábamos cansadas y me di por vencida y por herida. Mi bebé nació después de las treinta y seis horas más emocionalmente hirientes de toda mi vida.
Foto: Lucía Vela
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