Volvió a su casa pero sigue preso sin pruebas por viajar en un auto robado

Sebastián Ventorino tiene 19 años y en enero cayó detenido por el robo de un remis que pasó a 4 kilómetros de donde él estaba comiendo fideos con sus amigos. La mamá difundió el caso pero aún así estuvo cuatro meses preso y hacinado. Le dieron domiciliaria aunque demoró 20 días en hacerse efectiva. Hoy sigue a la espera de la nulidad de la causa sin poder salir de la casa.

Volvió a su casa pero sigue preso sin pruebas por viajar en un auto robado

Por Natalia Arenas
31/05/2021

La tarde que lo dejaron salir de la comisaría, Sebastián Ventorino se había tirado a dormir la siesta. No esperaba noticias de nada cuando lo despertó la voz de un guardia.

—¡Ventorino! Prepará tus cosas que te vas a tu casa.

Todavía dormido, Sebastián se incorporó, se puso las zapatillas y salió. Así nomás, con lo puesto. “Lo otro se lo dejé a los pibes que se quedaron”, dice. Lo otro: frazadas, ropa, comida, un parlante, un cargador de celular y un par de auriculares. “Yo volvía a casa y sabía que acá no me iba a faltar nada”, explica. 

Sebastián dice “acá” porque el 6 de mayo, después de pasar 3 meses y 19 días preso, volvió a su casa del barrio de Constitución. 

Sebastián no está libre, sigue preso. El 16 de abril el Juzgado de Garantías N°3 del departamento judicial de Avellaneda-Lanús ordenó su prisión domiciliaria y tardó 20 días en hacerla efectiva. Aunque la fiscal de la causa, María Alejandra Olmos Coronel, apeló la medida, la Cámara de Lomas de Zamora no le dio la razón y la confirmó a fines de abril.

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Sebastián tiene 19 años y está imputado por robo en poblada. Lo acusan de robar un auto en el que viajaba como pasajero. El domingo 17 de enero había arreglado encontrarse con una chica en Monte Grande, Esteban Echeverría. Como no sabía cómo llegar, fue hasta Wilde, en Avellaneda, a buscar a un amigo para que lo llevara en auto. El amigo no podía, pero un conocido que estaba con él le ofreció llevarlo como un remis. Sebastián aceptó y emprendieron viaje.

“Al pibe que manejaba lo conozco pero no es mi amigo, nunca compartí nada. Cuando me dijo de llevarme, acepté. Y cuando lo vi venir con un auto tan nuevo pensé: qué onda este pibe. Pero no me preocupé, pensé que se lo habían prestado”, dice hoy. 

Al llegar a Monte Grande, un patrullero comenzó a seguirlos y les hizo señas para que se detuvieran. El conductor del auto aceleró y se alejó unas tres cuadras.

—Bajate y corré porque vamos en cana —le dijo a Sebastián.

“Yo me asusté porque no sabía que había en el auto, si drogas o armas… así que me bajé y empecé a caminar”, contó después en su declaración.

Hoy vuelve a reconstruir ese momento: “Él corrió para un lado y yo para el otro. A mi me empezó a correr gente que estaba en la calle y me gritaban “chorro”. Se juntaron como diez pibes de Pedidos ya y me corrieron”. Sebastián se metió adentro de un bar. A los pocos minutos llegó la Policía y se lo llevó detenido a la comisaría primera de Monte Grande.

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A partir de ahí, todo empeoró: como contó Cosecha Roja en esta nota a Sebastián lo acusaron de robar el auto en el que viajaba como pasajero. En la comisaría lo quisieron coimear para liberarlo y en un procedimiento totalmente irregular lo esposaron y lo dejaron adentro. 

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El auto había sido robado dos días antes, el viernes 15 de enero, en Sarandí, a 4 kilómetros de Wilde. Tal como contó en su declaración, el jueves 14 Sebastián se había quedado a dormir en la casa de un amigo. El viernes se levantaron tarde, cerca del mediodía. “Mi amigo tiene una gomería, así que salimos de su casa, pasamos por un chino, compramos fideos y otras cosas para la salsa y fuimos a la gomería”, cuenta.

“Tito Neumáticos”, en Wilde, es punto de encuentro con sus amigos. Ese viernes al mediodía, Sebastián hizo fideos para los seis que estaban ahí. Incluso subió unas stories a su Instagram donde se lo ve comiendo con los pibes. Estuvo con ellos hasta las ocho de la noche y después volvió a su casa. 

El robo del auto fue alrededor de las 14.30.  

La defensa de Sebastián presentó en la causa a los testigos que estuvieron con él ese día. Sólo le aceptaron a uno y no le creyeron. También pidió las imágenes de las cámaras: en la esquina de la gomería hay una municipal que filma las 24 horas. Aún no la incorporaron a la causa.

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Los primeros dos meses, Sebastián los pasó en la comisaría quinta de El Jagüel. En una celda para cuatro personas, un patio y un pasillo sobrevivían más de 30 detenidos. La convivencia se puso tensa. En una discusión, Sebastián fue apuñalado con un facón. Los policías de la comisaría no lo asistieron y la herida se infectó. Los compañeros de celda se comunicaron con la madre de Sebastián y le contaron que su hijo estaba herido. Ella llamó y reclamó atención para su hijo. Recién ahí lo llevaron al Hospital Santamarina, de Monte Grande. Un médico puso en el informe que había una herida de arma blanca, pero en el legajo oficial de Sebastián dice que la ida al médico fue por un “dolor estomacal”.

Lo trasladaron a la comisaría de Las Colinas, en Monte Grande. En idénticas condiciones de hacinamiento estuvo allí un poco más de un mes. Los últimos días, antes de volver a su casa, los pasó en la Alcaldía de Lomas de Zamora, donde compartía celda con un pibe de Don Orione. 

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A las seis de la tarde del jueves 6 de mayo sonó el timbre en la casa de María Paula Trotta. Ella se asomó por la ventana y alcanzó a ver a un hombre vestido de negro.

—¿Usted es la madre de Sebastián Ventorino? —dijo el oficial y le dio unos papeles para firmar.

En la esquina estaba estacionada una camioneta Partner particular. Adentro estaba Sebastián esposado. Dos de las hermanas de Sebastián, que habían ido a comprar algo al kiosco, llegaron corriendo. Los policías le sacaron las esposas. Lo bajaron y lo acompañaron a la puerta de su casa. Todo pasó en dos minutos. Pero María Paula lo vivió en cámara lenta.

“Entramos a casa colgadas las tres de Sebastián, no lo podíamos soltar”, cuenta la madre a Cosecha Roja. Estuvieron abrazadxs un rato largo. Lloraron y se dijeron te amo muchas veces.

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A la noche, María Paula cenó, por primera vez en mucho tiempo, con sus seis hijxs juntxs: Sebastián, las dos mellizas de 11, la de 12 y el mayor, de 26. 

Esa noche, después de 3 meses y 19  días, Sebastián volvió a dormir en su cama.

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El tiempo que Sebastián estuvo detenido, María Paula no paró: tribunales, cámaras de apelaciones, juzgados, llamadas a organizaciones de Derechos Humanos y a los medios. Si Sebastián hoy está en su casa es gracias a ella. En este trayecto la acompañaron y asesoraron organizaciones como la Comisión Provincial de la Memoria y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). 

“Yo me sentía presa con él. Estaba en mi casa, pero presa”, dice María Paula. “Desde que mi hijo volvió, los días son más intensos, los vivimos y disfrutamos más”.

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Geminiano, el próximo 21 de junio Sebastián cumplirá 20 años. Es la primera vez que la Policía lo lleva preso y la segunda que sufre en carne propia la violencia policial: en 2020, en medio de la cuarentena estricta salió a comprar algo con un amigo en moto. Un patrullero los siguió y un policía le disparó a él en la pierna. En la comisaría quinta de Wilde le quisieron meter un arma. Estuvo internado y casi se desangra. Tuvieron que operarlo varias veces. No le quedaron secuelas pero sí una cicatriz larga y profunda en una de sus piernas.   

“No sólo la policía estigmatiza. También la gente en general. Si vas con la moto y parás a tomarte una coca en una plaza te miran mal”, dice. Tampoco sabe por qué se ensañaron con él ahora. “Estaba en el lugar y en el momento equivocados”, arriesga. 

Antes de caer preso, Sebastián tenía una vida: trabajaba como ayudante de cocina en una hamburguesería de Villa del Parque, estudiaba para rendir las tres previas que le quedaron del secundario y los fines de semana se juntaba con sus amigos. Le gusta cocinar. 

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“Estaba viendo de estudiar Derecho”, dice. Le gustaba esa carrera desde antes. Y ahora más. “Con todo esto que me pasó, pienso que me va a servir para poder defenderme y para ayudar a otros a que no les pase lo mismo”. 

Antes, tendrá que ver cómo se resuelve su situación procesal. Por ahora está a la espera de una resolución favorable al pedido de nulidad de la causa, que su abogada solicitó hace meses. El expediente está en manos de la Sala III de la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora.

Mientras la Cámara decide y aún sin tobillera electrónica, Sebastián sigue privado de su libertad.   

Natalia Arenas