aborto

La primera burrada es pensar que las mujeres abortamos porque se nos canta: unas van de shopping, otras al spa y algunas a la camilla clandestina.
¿Podría asociarse la sensación de las mujeres que están deseando gestar un hijo cuando les viene la (indeseada) menstruación con la de las mujeres que ni desean ni están en el momento de gestar un hijo cuando les falta la (deseada) menstruación?
Creo que sí: hay algo del desamparo, algo de la angustia, algo ligado al silencio y la tristeza.
Abortar implica (ex)poner el cuerpo y ponerse en manos de alguién que una no conoce. Los profesionales que realizan abortos no serán nunca nuestros médicos de cabecera, nuestros ginecólogos, nuestros obstetras. No tengo estadísticas ni investigaciones, pero charlando con mujeres ocurre un fenómeno de tipo amnésico: no se recuerda dónde se llevó a cabo la intervención, ni cuánto duró. Sin embargo, el aborto es algo imposible de olvidar: como en otras decisiones responsables de la vida algo de la pérdida se mueve. 
Hay que tener dinero y afrontar un agujero negro. Muchas niñas, adolescentes y mujeres quedan con daños severos tras una intervención clandestina e ilegal. En muchos casos no podrán gestar cuando así lo deseen. Muchas mueren en las camillas y otras tantas por efectos posteriores no tratados producto de abortos mal realizados. 
Normalmente no se permite que la mujer vaya acompañada y no dan mucho tiempo a la recuperación post-anestesia: apenas abiertos los ojos una “enfermera” indicará que hay que partir rápidamente, porque el dinero se entrega antes. 
El recurso del aborto –aunque sea en sitios inmundos o en la mejor clínica- es para determinadas clases. En los sectores de alta vulnerabilidad se sigue intentando el aborto con agujas de tejer, cabito de perejil y brebajes de brujas modernas de barrio (curanderas). 
Algo queda claro: los métodos anticonceptivos están al alcance de todxs. Los hay en hospitales generales y en salitas perdidas del conurbano bonaerense. Lo que no hay muchas veces es una indicación, un acompañamiento que indique que la planificación es un derecho. Y hay que dar un debate sobre la “hombría” mal entendida que desecha el profiláctico. 
Se sigue escuchando que si una está indispuesta no se queda embarazada, que si acaban afuera, que si no se está ovulando, que la pastilla del día después, que bla bla bla. 
Ojalá me equivoque, pero no creo que pueda darse entre nuestros representantes parlamentarios un debate franco y amplio sobre el aborto, como no lo hay sobre el consumo de drogas. 
Hay intereses (muchos) en juego (dinero, sobre todo) y una cierta tendencia a imponer un pensamiento unilateral: las personas en contra del aborto no consensuan en lo más mínimo su férrea oposición. Saben de esto niñas y adolescentes violadas o abusadas que no logran hacer cumplir la ley sobre su derecho a interrumpir el embarazo.
Yo estoy a favor del aborto legal en cualquier caso en que una mujer desee interrumpir su embarazo, porque entiendo que no deseaba en ese momento gestar. Es un tema de derechos civiles, una decisión íntima y debería ser escuchado y acompañado. 
Ojalá podamos celebrar un debate serio. 
Porque el aborto ilegal asesina mi libertad.