Cosecha Roja.-

Una vecina encontró calcinada a los pies de su cama a Lucía Maidana, una estudiante de 23 años que vivía desde hace cuatro en Posadas, Misiones. A las 20.55 horas de la noche del sábado 6 de abril la joven llegó a su departamento, ubicado en un complejo de seis viviendas en las calles Ambrosetti y Estado de Israel. Le había dicho a una amiga que pasaría por su casa a hacerse la planchita. Pero nunca llegó a salir de su casa. A las 22 la vecina la encontró muerta. La reconstrucción de los hechos sugiere  que el homicida entró a su casa, la golpeó cinco veces en la cabeza con un martillo, la dejó inconsciente en el piso, la recogió en sus brazos, la tiró en la cama, la violó, prendió fuego la habitación y salió huyendo, llevándose dos pertenencias de la víctima: su billetera y su computadora portátil. Lucía murió unos minutos después, tirada en el piso, asfixiada.

Quienes trabajan en el caso repiten una palabra: saña. Dos periodistas de Posadas, Agustín Mazo y Héctor Núñez, dicen que en Misiones nunca han visto algo tan brutal. El juez que lleva el caso, Marcelo Cardozo, del Juzgado de Instrucción N° 1, de 41 años, relató a Cosecha Roja que al principio el principal sospechoso era el muchacho con el que la víctima salía desde hacía dos semanas. Las primeras indagaciones no pudieron culparlo porque enseguida  logró demostrar que mientras su novia agonizaba, él estaba trabajando en un local del centro. De los interrogatorios al entorno más cercano de Lucía no surgió prueba alguna, dicen las fuentes judiciales. La figura de ese homicida que nadie conoce y que está suelto en la ciudad, es entonces la que más altera el clima social.

La pesquisa ahora apunta a buscar datos en el teléfono celular, donde Lucía intercambió mensajes de texto con una amiga hasta las nueve de la noche. Unos minutos después, no quedaron rastros de fotos ni de mensajes enviados o recibidos. Todo parece indicar que el homicida tomó la precaución de borrarlos, pero tal como explicó el juez Cardozo, “la Justicia cuenta con la tecnología apropiada para recuperar esa información borrada”.

Mientras tanto, Lucía está siendo velada en Capioví, el pueblo donde nació, a 120 kilómetros de la capital provincial. Lucía -a quien sus amigos describen como una chica tranquila, aplicada en los estudios, callada- había dejado su pago para seguir los pasos de su hermana mayor, Felicitas Maidana. Quería estudiar Gastronomía y buscar nuevos horizontes. Fernando Castelli, que trabaja en coordinación con el juez del caso en el ámbito la Secretaría de Investigaciones Complejas del Poder Judicial destacó la brutalidad y la saña con fue cometido el crimen. Y señaló que no es el primero: “en el año 2012 hubo tres hechos de características muy similares en las localidades misioneras de Esperanza, Puerto Rico y Candelaria. La misma saña, la misma violencia, el mismo comportamiento con mujeres de alrededor de 20 años. Castelli cree que podrían responder a una escalada de violencia general que para él comenzó hace siete años.  “Me gustaría que alguien hiciera un estudio sociológico de lo que está pasando en la provincia”, dice.

Hasta ahora no hay una pista cierta por dónde seguir y mañana martes 9 el juez Cardozo seguirá con las indagaciones. Recuperar lo que fue borrado del teléfono celular de Lucía quizás lleve a descubrir al homicida y su saña.